Sobre el proyecto

El proyecto GREPURE (Grecia Púnica Redescubierta) es un programa de investigación en arqueológica que pretende reunir y analizar las diversas evidencias materiales que documentan los contactos que unían los espacios fenicios y púnicos, en un marco geográfico amplio, con el corazón del espacio helénico antiguo (la Grecia moderna y la Anatolia occidental). El periodo considerado por este proyecto se refiera a todo el I milenio a.C., periodo que corresponde aproximadamente a los primeros momentos y al final de la historia fenicia y púnica, como grupo cultural y político independiente.
El proyecto de investigación GREPURE está financiado por la Fundación BBVA, una fundación a fines no lucrativos ligada a la empresa BBVA, en colaboración con la Sociedad Española de Estudios Clásicos, un organismo público de investigación español. Esta asociación permite al proyecto GREPURE de beneficiar del apoyo financiero de un generoso patrocinador, al mismo tiempo que se garantiza la calidad y objetividad de la producción científica.

Con el objetivo de intentar redescubrir la influencia fenicia y púnica en Grecia, el proyecto GREPURE pretende superar una antigua visión de las relaciones interculturales entre las diferentes orillas del Mediterráneo. De hecho, este programa de investigación pretende apartarse de una visión tradicional que tiende a considerar una profunda división entre los espacios fenicios orientales y occidentales, por una parte, y los territorios ocupados por las poblaciones helénicas alrededor del mar Egeo. Es cierto que las ciudades-estados de la Grecia antigua se han opuesto en numerosas ocasiones a las comunidades que pertenecían a la cultura fenicia y púnica. Diversos episodios bélicos y enfrentamientos militares dan testimonio de estas oposiciones y enfrentamientos, acontecimientos de los que las fuentes antiguas nos han transmitido una visión algo distorsionada, si no verdaderamente exagerada.

Por lo tanto, a pesar de los numerosos conflictos que han enfrentado a estas dos orillas del Mediterráneo prerromano, las poblaciones de estas dos orillas no vivían en espacios cerrados y las interacciones entre fenicios y griegos no sólo eran conflictivas. Sin embargo, sería un error pensar que la larga historia que compartieron fenicios, púnicos y griegos fue sólo objeto de un largo conflicto ininterrumpido, parecido a una guerra sin cuartel que habría durado cientos de años. Del mismo modo, es erróneo considerar a las ciudades griegas y fenicias como bloques cultural y políticamente homogéneos, observación que resulta aún más aberrante si se observa la realidad geopolítica del mundo antiguo: un mundo formado por multitud de aglomeraciones y cuerpos cívicos, en oposición más o menos abierta, que no dudaban en guerrear entre sí en función de sus respectivos intereses. Así, según los intereses de estas ciudades, los enemigos de ayer podrían convertirse en fieles aliados, antes de volver a enfrentarse de nuevo. La relación entre Cartago y Atenas es un ejemplo perfecto de dicha compleja relación: estas dos ciudades se han enfrentado a veces pero se han aliado en alguna ocasión, afrente de un enemigo común como le fue Siracusa.

Tenemos que señalar que el espacio fenicio-púnico se entiende aquí en un sentido amplio, ya que los lugares de origen del material arqueológico que vamos a examinar se sitúan tanto en el Mediterráneo occidental como en su cuenca oriental. Desde este punto de vista, tenemos la posibilidad de constatar la presencia en Grecia de objetos o individuos procedentes de Lixus o de Gadir, antiguas ciudades fenicias de la Península Ibérica, asociados a materiales procedentes de aglomeraciones occidentales como Utica, Cartago, Lilybaeum y Hadrumetum, pero también considerar el papel desempeñado en estos intercambios por las ciudades fenicias del Levante, ya sea Tiro, Ashkelon o Sidón. En este caso, hay que recordar que tanto Lixus como Cartago, por citar sólo éstas, fueron colonias o lugares de comercio fundados por las ciudades fenicias del Levante, entre el final de la Edad del Bronce y el inicio de la Edad del Hierro. De hecho, aunque las antiguas “colonias” fenicias del Mediterráneo occidental acabaron obteniendo una gran autonomía y se convirtieron en metrópolis de pleno derecho, como fue el caso de Cartago, todas ellas tenían un vínculo social y cultural con el Levante y el próximo oriente, región de la que era originaria. Las fuentes nos informan, por ejemplo, del pago de un tributo por parte de los cartagineses a favor de los tirios. También sabemos que varias ciudades resultantes de la colonización fenicia compartían una especie de identidad tiria, por decirlo de alguna manera. Además de examinar la extensión de la presencia fenicia y púnica en Grecia, el proyecto GREPURE también pretende documentar la realidad de estos contactos entre los dos extremos del Mediterráneo, ya que Grecia fue una posible etapa en la creación de redes de intercambio que cruzaban este mar de un extremo a otro.

Lejos de la imagen, un poco caricaturesca, transmitida por las fuentes antiguas y los discursos de algunos autores helénicos, una historia que contribuyó a forjar la idea de una “fractura mediterránea” entre el mundo fenicio-púnico y el espacio grecorromano, el proyecto GREPURE desea documentar toda la complejidad de las relaciones entre estas poblaciones. Hasta ahora, las investigaciones se han centrado principalmente en el análisis de la influencia griega en las ciudades fenicias y púnicas, y muchos trabajos han conseguido poner de manifiesto la intensidad de los intercambios en favor de las ciudades helénicas. Sin embargo, la reciprocidad de dicha influencia griega en el espacio helénico está muy poco documentada y el estado de las investigaciones da la impresión de que estos intercambios eran unidireccionales y casi exclusivamente en beneficio de las ciudades griegas. Es esta visión, quizás demasiado heleno céntrica, que el proyecto GREPURE desea examinar a la luz de nuevos datos arqueológicos e históricos.

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